Por Magister Marcia Benavides – Universidad Mariano Gálvez – Consorcio de Universidades de Guatemala
Realmente no hay una receta mágica para ganarse el afecto de otro ser humano que el más sencillo, darles amor. Pero ¿Cómo hacer para que los niños reconozcan que a pesar de los regaños y de enseñarles y de exigirles que sean lo mejor, según nuestros ojos, ellos sientan que los amamos? Creo que esa es la pregunta que ha rondado en mi cabeza durante los últimos días, pensando en qué escribir que sea de utilidad, para todos los que teniendo a los chicos en casa 24 horas al día, ya no tenemos más que inventar.
Realmente algo que la experiencia, tanto como educadora, como madre y como profesional me ha dejado sorprendida en los últimos años, es la falta de comunicación entre las diferentes generaciones. Desde que todos en casa tenemos celulares y televisiones, estar sentados frente a estas pantallas, nos ha quitado el tiempo de compartir entre los miembros. Eso se evidencia mucho más cuando le preguntamos a cada uno sobre los aspectos importantes de algún otro miembro de la familia. Somos desconocidos que viven bajo el mismo techo. Cuando veo hacia atrás y pienso en lo que más nos gustaba de las personas mayores, recuerdo que eran los momentos cuando nos contaban cuentos o historias.
Todos los niños aman las historias y de eso tratan las películas y las series y todos los programas, hasta lo que se coloca en Facebook o en Instagram, ¡es una historia, del día, de lo que comí o a donde fui de paseo! Por ello, qué mejor que iniciemos contando historias; pueden ser inventadas, fantasiosas o pueden ser simplemente románticas de cómo se conocieron los abuelos o qué hacían para comunicarse cuando estuvieron lejos, cuánto tardaba en llegar una carta, cuántas horas les tomaba caminar desde una casa hasta la otra, cuáles eran los juegos preferidos y las historias de los amigos con quiénes jugábamos. Cosas graciosas como cuando nos caímos en la calle y lo que nos dijo quién nos ayudó a levantarnos, o cómo todos nuestros amigos estaban riendo tan fuerte que nadie nos ayudaba a hacerlo. Porque todos, más de alguna vez en la vida, nos hemos resbalado hasta el suelo, porque todos tuvimos una aventura con amigos y sus consecuencias. Porque a todo niño le gusta imaginar la manera en que papá y mamá se conocieron, en cómo eran de pequeños, o qué tanto les regañaba el abuelo.
Por todo eso pienso que la mejor manera de ganarnos el corazón de un niño es a través de que nos conozca, de que conozca su pasado, que seamos seres reales e imaginarios; de compartir con él nuestros sueños, nuestros fracasos, nuestras ilusiones, nuestros amores entre hermanos y las travesuras compartidas, al igual que las peleas y los castigos por ellos.
Al hacer esto, le estamos diciendo que comprendemos sus sueños, sus fracasos; pero, sobre todo, que al igual que nosotros pasamos por mucho, aun después de lo vivido, podemos llegar lejos. Con todo esto, le decimos que queremos acompañarlo en su viaje, en su vida, en su día a día. Queremos abrir esa puerta de comunicación, esa puerta del cariño, de las muchas historias de familia, de estar unidos y de lo bueno que puede ser sentirse juntos.
Así que vamos a ganar mucho dejando un momento del día para contar historias, las de que queramos, las viejas, las nuevas, las inventadas, las reales, las chistosas y quizás hasta las tristes.
¡Vamos a volver a ganar familia, a ganar el corazón de los más pequeños de la casa!