Por Lic. Edwin Rubén Uribio Corona – Universidad Mariano Gálvez – Consorcio de Universidades de Guatemala.
Ser padre, en estos tiempos, no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Queriendo cumplir bien nuestra tarea, por falta de conocimiento, experiencia y sentido común, hemos cometido graves errores.
De ser los héroes de nuestros hijos pequeños, algunos hemos pasado a ser “los anticuados”, “los extraños”, a quienes nuestros adolescentes no se acercan. ¿Qué cortó la bonita relación que teníamos con nuestros pequeños? ¿Cómo podríamos ganarnos el corazón de nuestros hijos? ¿Cómo tener una buena relación y comunicación con ellos? ¿Cómo hacer para que deseen nuestra compañía? Una excelente manera de lograrlo, es usar palabras de afirmación.
Usar palabras de afirmación quiere decir que nuestras palabras manifiesten el amor que sentimos por nuestros hijos; que les hagamos sentir bien, que son valiosos. Es decirles palabras que les ayuden a comprender que, si cometieron algún error, lo pueden corregir. Hacer lo contrario es echarlos a perder.
¿Cómo tratamos a nuestros hijos? ¿Qué palabras les decimos? ¿Cómo se sienten ellos, después de escucharnos? ¿Les prestamos atención cuando vienen a contarnos algún problema o algún triunfo, o los ignoramos? Es importante meditar si estamos ayudándoles a formar un carácter firme, que los haga sentirse bien con ellos mismos y con los demás.
Las palabras que salen de nuestra boca son poderosas: Pueden moverlos a ser exitosos o a sentir que son un fracaso; por eso, debemos eliminar de nuestro vocabulario las palabras ásperas, de crítica, de humillación.
Muchos de nosotros acostumbramos a señalar los errores cometidos por nuestros hijos, pensando que así ellos harán mejor las cosas; pero lo que logramos es hacerlos sentir incompetentes y que no sirven para nada. Las palabras crueles y condenatorias, cuando las cosas no les salen bien, no les ayudarán a formar un carácter exitoso. En lugar de destacar lo que salió mal, debemos reconocer el esfuerzo que hicieron: “Hijo, te felicito porque vi que le echaste ganas a ese trabajo. ¡Estaba difícil, pero hiciste tu mejor esfuerzo! ¡Me siento orgulloso de ti!
¡Las palabras de elogio SINCERO y las palabras de afecto hacen maravillas en la personalidad de nuestros hijos! Si no somos sinceros al elogiarlos, les estaremos enseñando hipocresía.
Las palabras de elogio, dichas con sinceridad, les dan el mensaje de que nos agrada y apreciamos lo que ellos hacen, pero también es importante expresarles que los apreciamos por lo que ellos son.
Un escritor de renombre dejó anotado este principio: “No le debamos nada a nadie. ¡Lo único que nunca terminaremos de pagar a otros, es la deuda de amor que les tenemos!” ¡Es cierto! Todos anhelamos ser amados, apreciados, tomados en cuenta; que se nos dé valor como personas. Nuestros hijos, sin importar la edad que tengan, necesitan palabras de afecto. ¿Qué palabras han escuchado de nuestros labios? ¿Les hemos dicho, alguna vez, cuánto los amamos?
Imaginemos que nuestros hijos tienen una cuenta bancaria emocional. A nosotros nos corresponde hacerles muchos depósitos de amor para que, cuando se sientan solos, cuando otros los rechacen o los traten mal, puedan acudir a ese banco y tomar de allí todo el amor que hemos depositado para ellos. ¡Nuestros hijos deben saber que los amamos y que siempre podrán contar con nuestro apoyo!
Este tiempo de estar en casa, practiquemos la afirmación positiva:
Palabras de reconocimiento: ¡Te felicito; has hecho muy bien la tarea de investigación!, ¡Gracias por ayudarme a usar esa nueva aplicación de mi teléfono; qué bueno que tú sabías cómo hacerlo!, ¡La próxima vez te saldrá mejor!; aprecio que, aunque tenías poco tiempo, te dedicaste y esforzaste al máximo. ¡Me satisface saber que tus convicciones son firmes! Aprecio que pidieras perdón por haberle gritado a tu hermana; eso me indica que estás dispuesto a corregir lo que no está bien. ¡Te felicito!
Palabras de afecto: ¡Te amo!, ¡Me agrada tu compañía!, ¡Te extraño!, ¡Qué agradable escucharte!, ¡Te amo, te amo, te amo… te amo!, ¡Aunque te lo he dicho antes, no me cansaré de decirte que te amo! “La solidez del carácter se construye sobre un cimiento firme: El amor.”